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Artesanía de palma típica de los árboles de navidad en México |
Todos nosotros tenemos postales de México instaladas en nuestra cabeza. Dentro del imaginario colectivo, México puede resumirse bien como una cantina, un vasito de tequila o mezcal y la música de fondo de Cucho Sánchez, José Alfredo, Chavela o Lola Beltrán, con mucho dolor; otra postal también es un altar de muertos con sus flores de cempasúchil, su agua, sus fotos y velas. Sin duda una de las postales más representativas de nuestro México es la de un mercado; la explosión de color, sabor, sonidos que nos son tan familiares. Pues nada hay más representativo de nuestro país como la artesanía de palma y fibras vegetales como este bello pueblo michoacano a las orillas del Lago de Pátzcuaro: Tzintzuntzan.
Nos escapamos un fin de semana a Morelia y este bello pueblo es una parada obligatoria para cualquier amante del arte popular. En Tzintzuntzan se dan cita los artesanos que trabajan la palma, el carrizo, la madera y la cerámica. Pero además de eso es posible adentrarse en la historia de la Colonia en Michoacán.
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El oficio de la palma en Michoacán |
Partimos de Morelia en un autobús rumbo a Pátzcuaro y antes de llegar a la desviación tomamos un taxi colectivo rumbo a Tzintzuntzan. En apenas 50 minutos ya estábamos en el pueblo. El pueblo es pequeño, apenas una avenida principal que es la carretera y unas cuantas calles pero no por eso deja de ser asombroso. En este pueblo mágico, las manos de los artesanos y sus monumentos cuentas la historia desde el antiguo reino Purépecha con la zona arqueológica de Las Yácatas, hasta los días de la Colonia y el "Tata" Vasco con el impresionante Convento de Santa Ana.
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Templo de Nuestra Señora de la Soledad |
La primera parada fue la visita al Templo de Nuestra Señora de la Soledad y el Convento de Santa Ana y su impresionante Atrio con olivos centenarios. El Templo de Nuestra Señora de la Soledad es sobrio por fuera y por dentro está todo pintado a mano con detalles de flores y las bancas no están al uso sino todas hacia los extremos. Me recordó un poco a la experiencia de los templos en Chiapas por su singularidad. Los rayos del sol iluminaban el templo y en el atrio una niña de apenas 12 años rezaba ante una señora hincada mientras otro niño tocaba la campana. Al final del rezo posó una corona sobre la cabeza de la señora y la bendijo. El rito se repitió con 3 personas más y sobra decir que solamente había indígenas y no párrocos en la iglesia. El templo está dentro de un recinto que cuenta con un atrio lleno de olivos que según cuenta la leyenda se plantaron cuando los tiempos de "Tata" Vasco, el templo de San Francisco y su fachada barroca y el Convento de Santa Ana, un ejemplo de arquitectura conventual de excelente conservación en el país.
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Detalle de uno de los patios del Convento de Santa Ana |
El convento es ahora un museo sobre la historia de la región y la curaduría es excelente. Mi parte favorita fue la recreación de una cocina michoacana, su metate, su molcajete, sus tortilleros, el maíz, la loza de Tzintzuntzan elaborada por familias del pueblo y un sinfín de detalles que me provocaron querer tener algún día una cocina como aquella. Al salir del Convento fuimos directo al mercado para admirar el trabajo de las manos michoacanas y comprar pescaditos de palma, sombreritos, tenatitos, coronitas, estrellas, y un largo etcétera con el árbol de Navidad de este año en mente y una decoración mexicana tradicional.
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Detalle de cerámica blanca de Natalio Chichipan |
Sin embargo, uno de los motivos principales del viaje era conocer el taller de cerámica en alta temperatura de Guadalupe Ríos y su familia. Guadalupe se dedica a la cerámica desde hace más de 20 años y su trabajo es impecable. La fama de sus piezas trasciende fronteras y su sencillez y carisma nos hicieron pasar un rato muy agradable. Nos contó sus inicios con su suegro, el sacar adelante a la familia, su descubrimiento por parte de una personalidad del Museo Nacional de Antropología y sobre todo el proceso y trabajo de las piezas.
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Feliz con las piezas que compré y la plática amena con Guadalupe |
El proceso de trabajar el barro comienza desde su recolección en los cerros, el molido y cernido (actividad que realiza por sí sola y como nos comentó significa su comunión con el barro y su parte de plenitud), el trabajo y amasado del barro que almacena por mucho tiempo - ella todavía tiene barro preparado desde hace 5 años - hasta la confección de las piezas. Durante la plática también estaba una de sus hijas quien amablemente nos dio un tour por el taller mientras enriquecía la plática de su mamá con detalles acerca de la pintura, cocción de las piezas y sus dibujos favoritos. Estuvimos con ellas una hora y se nos pasó volando! Obviamente no podía irme de su taller sin adquirir alguna de sus piezas con la promesa de volvernos a encontrar ya sea en Chapala en donde cada noviembre va a vender sus piezas o en el tianguis artesanal del domingo de Ramos en Uruapan cada Semana Santa. Si están en Tzintzuntzan pregunten por el taller de Guadalupe y vayan a visitarla, les prometo que no se irán de ahí sin una gran sonrisa en la boca y un aprendizaje infinito sobre el brillante trabajo de nuestros artistas.
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El barro trabajado y su primera cocción |
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Piezas con recubrimiento para recibir la pintura |
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Piezas pintadas listas para horno |
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El horno |
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Piezas en exhibición y venta |
Saliendo del taller de Guadalupe volvimos al mercado por más artesanía, comimos una gordita de queso fresco de la región y nos subimos a un taxi ya que la siguiente parada en ese paseo de un día era conocer el proceso del cobre y su martillado en Santa Clara del Cobre.